Dales ternura, Señor,
a aquellas almas
que rondan por el mundo sin parar;
bríndales fuego, Señor,
la luz eterna,
para que un día de la tierra a la gloria
vivas puedan retornar.
Si cierto es, que lo terreno
es de la tierra,
tan cierto lo es también
que existes en la vida,
simiente del amor;
no olvides entonces
que tus hijos, arrullo de luz
esperan de su Dios.
Si los rosales fenecen a su tiempo
y las montañas vuelven a florecer,
¿por qué no dar a las almas
esperanzas, de alguna vez volver?
Y fue entonces, sólo entonces
que en el mundo volvió a brillar el sol,
y en un rincón despertaba un niño…
llamábase el amor.
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