Se quejan las almas con ayes de angustia
y piden al cielo ferviente perdón,
no ser más desdichas de conciencias mustias
y vivir eternas en el corazón.
Quieren cobijarse por el manto amado
de Misericordia del niño JESÚS,
cesar las angustias del atormentado
y emprender la marcha con rumbo a la luz.
Y entonces, del cielo, un sol de esperanza
radiando belleza con luz y esplendor
destella a la vida de tanta añoranza
y avanzan las almas con rumbo al Señor.
Y cantos de dicha, ¡son cantos de gloria!,
se escuchan unísonos bajo de esa luz;
con rostro apacible de Misericordia
les recibe eterno mi amado JESÚS.
Septiembre 22 de 1998.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario