Con rostro demacrado al borde de locura,
la dulce flor que un día fue llena de dulzura
avanza por la vida de insípida visión.
Perdió ya su fragancia inocente criatura
al probar otras suertes en drogas y locuras,
de la vida, ya en vano vislumbra la ilusión.
Niño triste y rebelde que habitas los pantanos
de esta selva inhumana de habitantes insanos
que al averno te arrojan con determinación.
No posees del mundo la gran sabiduría
de Platón o Aristóteles que tuvieron un día,
piensas salir avante con justicia y razón.
La Navidad se acerca, llora a orillas del río
en cuclillas, muy triste la niña de los sueños
que anoche fue ultrajada, sólo eso es la verdad.
Ya no existen victorias, ni gozos, ni alegrías,
perdidos en cemento, después la rebeldía,
poco vale la vida, que importa Navidad.
Y en un lugar lejano muy lindo y elegante
demagógicas frases golosas de mentira
empalagan mensaje de política fría:
- “Los niños de la calle tienen donde dormir...”-,
¿Será cierto, Dios mío, que de esa calle impía
donde a diario contemplan la imagen de María
muerte y pena merezcan y jamás el vivir?
¡Oh Señor!, que los sueños has creado con dulzura
y en tu reino de gozos, los pueblos y ternura,
y con la cruz agobiado pudiste resistir.
Dales fuerza, esperanza a los niños de la calle,
llena el desierto río de ilusiones, su valle,
inocentes criaturas, luchan por existir.
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